domingo, 28 de febrero de 2010

Fránsico - Anécdotas #1

Los bajos fondos de Aguas Profundas

(Si las aguas son profundas imagínate los bajos fondos)

La taberna “El Bazo de Goblin”, no era precisamente una de las más populares de Aguas Profundas, pero solía pasar la noche en un ir y venir de licores variados. Paco, con los colores que otorga el vino especiado, correteaba de una punta a otra la tarima del establecimiento, punteando su laúd con la uña de trol que utilizaba para aquel menester; canturreaba aquella copla que habla del origen de los dragones:

“Dragoncitos a volar

cuando acabas de nacer

tu colita has de mover

pio, pio, pio, pio”


Tras él brincaban ya un par de ciudadanos, animados por el alcohol y la alegre cancioncilla agitaban los codos imitando a un dragón recién nacido; como si de sus escamosas alitas se tratara. Pero a excepción de Paco y los dos espontáneos bailarines, nadie más movía ni un solo músculo dentro de la taberna. El tabernero detrás de la barra ni pestañeaba, los borrachos habituales no habían probado una gota en toda la noche, tampoco se atrevían a levantarse de sus asientos, a las casquivanas mozas que frecuentaban los alrededores no se les había visto el pelo. Todas las miradas observaban de reojo una única mesa. Mientras tanto, Paco ajeno a toda aquella sombría situación continuaba con su alegre revoloteo entre los presentes, canturreando jovial en compañía de las agudas notas que salían de su laúd.


En aquella mesa, centro de todas las disimuladas atenciones, permanecían uno frente a otro dos caballeros, versados en el arte de la picaresca. Por un lado el viejo y experimentado Baturno “Rajatripas”, líder de la cofradía de ladrones “Daga Afilada” y al otro extremo de la mesa su contrapuesto, el joven e impulsivo cabecilla de la banda rival “Las sombras” (los ladrones nunca han destacado por su original retórica) que se hacía llamar a si mismo Ojosucio, en alusión a un desagradable problema médico que no viene al caso. Ambos diplomáticos callejeros discutían temas relativos al reparto de la ciudad, en lo concerniente al aprovechamiento de las oportunidades que ésta ofrece a los que podemos llamar... hombres ambiciosos.

Éstas “asambleas” entre personajes gustosamente megalómanos no eran algo frecuente; por lo general los implicados elegían un ambiente más discreto, pero las relaciones entre ambos grupos no estaban como para tirar bolas de fuego. Los dos dirigentes habían coincidido en que un lugar público era la opción más indicada para evitar tentaciones derivadas de la ausencia de testigos (meras formalidades como los asesinatos a traición, envenenamientos, etc.). La reunión fluía sin problemas, y aunque podía sentirse cierta tirantez en el ambiente no parecía haber motivos para llegar a las dagas. De fondo los dragoncitos de la canción Paco seguían revoloteando, pero para los ocupados dialogantes no era más que un murmullo lejano.

Baturno hablaba gesticulando mientras Ojosucio afirmaba con la cabeza, los dos reclinados sobre la mugrienta madera para no tener necesidad de levantar excesivamente la voz (¿habrá algo que les guste más a los ladrones que el secretismo? Bueno... quizá robar). Las decisiones tomadas en aquella reunión iban a afectar considerablemente al futuro del distrito; ambas cofradías tenían formas muy distintas de proceder. Baturno era partidario de la venta de servicios al pequeño negocio, como el alquiler de seguridad, para evitar que otros ladrones no robaran a los protegidos (claro que todo mentira, los propios ladrones eran los encargados de la seguridad), y si alguien se negaba a la compra de éste vital servicio, Baturno se veía obligado a tomar medidas ligeramente más drásticas, como puede ser el secuestro de los primogénitos del comerciante (la técnica “orejas de cerdo”, llamado así por el típico gritar del afectado, solía ser muy efectiva), o visitas nocturnas con numerosos daños materiales. En definitiva una simple estrategia de negocio. Por otro lado, Ojosucio prefería un enfoque más directo del asunto, como ya le había explicado a su interlocutor varias veces; a su juicio las florituras y añadidos no son más que gastos intermedios innecesarios y por lo cual, a parte de una perdida de tiempo; un uso inadecuado de recursos tanto humanos como materiales; era un receso para el negocio. Ojosucio, haciendo gala de su característica practicidad, prefería extorsionar a los mercaderes amenazándoles con arrebatarles la vida o mucho peor aún arruinarles el negocio (aunque parezca increíble la mayoría de los mercaderes preferían perder la vida al negocio, al fin y al cabo un próspero empresario puede pagarse los servicios de un clérigo), se puede decir que su política de negocio era un fiel espejo de su personalidad directa, agresiva y ambiciosa.

Mientras tanto, Paco que llevaba ya en su cuerpo serrano un par de vinos más se plantó delante de la mesa ‘LIM’ (Ladrones Importantes Maquinando). Hasta aquel preciso momento, Paco no había sido más que un constante murmullo de fondo para los dos diplomáticos, un moscardón que revolotea ruidoso alrededor... el problema es cuando el moscardón se para en el ojo de alguien a quien no le gustan los insectos alados, ni los músicos ambulantes.

-¡Amigos! ¡Unas monedillas para el artista!- Dijo Paco sosteniendo al revés su bigornio para recoger las limosnas.

-Déjanos en paz, baboso- Contestó Ojosucio sin prestarle demasiada atención al bardo.

-¡Venga amigos! ¡No seáis maleducados! Una vez conocí a un perro luskanita que era más amable que vos.

-¡Que te pierdas, ositas!- Gruñó de nuevo Ojosucio, pero Fránsico sin darse por aludido agitó el sombrero haciendo sonar las monedas que ya llevaba en él, una eficiente estrategia para hacer sentir culpables a los menos generosos. A su vez Baturno extendió la palma de su roñosa mano frente al impulsivo Ojosucio cuando advirtió que éste había echado mano de su daga.

-Tranquilo camarada, no hay motivo para tomar acciones precipitadas, vera usted noble bardo,- volviendo su mirada hacia Paco -que aquí mi amigo y yo no hemos estado escuchando su interpretación debido a que estábamos totalmente inmersos en nuestros propios asuntos y charla privada, que si mi permite decir, son más importantes que cualquier cancioncilla popular, sin ánimo de ofender a su persona.- Paco, que en la tercera palabra había perdido el hilo de la conversación volvió a agitar el bigornio, esperando una donación que no llegaría nunca. Ya fue demasiado para la escasa paciencia de Ojosucio; rápido como un rayo, antes de que Baturno pudiera hacer nada por evitar la respuesta violenta, Ojosucio haciendo patente de su increíble destreza cogió a Paco por la punta de su capa, sin moverse ni levantarse del sitio enrolló al confuso bardo en ella misma, lo tumbó de lado sobre la mesa desparramando cerveza por todos lados cuando las jarras volaron por los aires. Como guinda del pastel con una afilada daga, de una fuerte estocada fijó capa y madera dejando inmóvil a Paco dentro de su propia prenda. Para asegurarse de que el desgraciado bardo había entendido la objeción, Ojosucio clavó otra daga a escasos dos dedos de la nariz de nuestro desafortunado protagonista.

Diremos en favor del particular bardo, que aunque un poco atolondrado, de tonto no tenía un pelo y su afilado ingenio le salvó la vida en numerosas ocasiones; aunque si no hubiera sido por culpa de su disperso espíritu y escasa moral no se habría visto envuelto en semejantes embrollos.

Paco recibió un directo al hígado.

-¿Quieres morir maldito bufón beodo?- Preguntó el embrutecido Ojosucio terminando con otro golpe en la castigada víscera de Paco. La cara de dolor que mostró el bardo expresaba muy bien el notable conocimiento que Ojosucio poseía sobre la anatomía humana. Paco que veía su gaznate en serio peligro, puso todo su empeño en concentrar las desordenadas ideas que le circulaban por el seso, para salir airoso de la peliaguda situación; de una manera completamente inusual y chocante para los que estaban presentes, Paco contestó con parte de un poema que en tiempos escuchó a importante bardo de la Costa de la Espada.

“¡Sentenciado estoy a muerte!

Yo me río

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna antena,

quizá; en su propio navío
Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo,

sacudí.”

Qué bonita es la magia para los amantes de las artes arcanas; es una lástima que un puñado de ladrones analfabetos no sepan reconocerla cuando la tienen delante de las narices. A decir verdad, Paco tampoco entendía esa magia como tal, magia que utilizaba en escasas ocasiones; para salir de algún aprieto (o ayudar con alguna seducción). El ignorante bardo comprendía sus inusuales poderes como una extensión de su arte hacia los planos divinos; siendo la misma diosa Sune, de portentosa belleza y ardientes pasiones, quien se había encaprichado de su voz. Presuntamente la femenina deidad le entregaba a él, que era un simple mortal, las útiles herramientas que le ayudaban a... no morir por culpa de su excéntrica conducta. Desgraciadamente la curiosa teoría filosófica terminaba cuando Paco empezaba a fantasear con hermosa Sune, en lo que podemos llamar “sueños eróticodivinos”.

El perspicaz bardo había lanzado un conjuro sin que los enfurecidos ladrones tuvieran opción a darse cuenta. Ojosucio, confuso por lo que para él eran tonterías le soltó a Paco otro mamporro en su dolorido hígado.

-¿Que paparruchas estás diciendo mendigo de cloaca?- Levantó el puño de nuevo para recordarle a Paco cual es el significado de la palabra dolor. Baturno, que había permanecido en silencio durante la explosión de violencia gratuita con la que el impulsivo Ojosucio había animado la noche, decidió interrumpir en la dramática escena para poner el punto de cordura que le caracterizaba; pero no fueron palabras tranquilizadoras las que salieron de los labios del viejo ladrón.

-¡Venga, mátalo ya! ¡Eres más cobarde que un kobold, siempre lo has sido!- Ojosucio se volvió hacia el anormalmente sobresaltado Baturno.

-¿Que dices viejo asqueroso? ¡¿Me estás llamando cobarde?!- Ojosucio encolerizado agarró la daga que había permanecido clavada frente a la cara de Paco, inmediatamente se escucharon los silbidos metálicos de numerosas dagas desenfundándose; presumiblemente de las dos docenas de encapuchados que había esparcidos por la taberna (muchos ladrones seguían creyendo que ir vestido de negro y taparse el rostro era pasar desapercibido). Sin necesidad de magia alguna, el tabernero y la mayoría de los parroquianos desaparecieron de la escena. Baturno, acalorado intentó explicarse en vano, pues no fue una explicación lo que escucharon los presentes.

-¿Osa llamarme asqueroso quien por ojo tiene una boñiga?- Fue la gota que colmó el vaso, si algo no soportaba Ojosucio eran los comentarios despectivos a cerca de su grave problema ocular; a su parecer no era un tema de mofa.

Lejos de sentirse en peligro, Paco disfrutaba del espectáculo; aquel conjuro de ventrilocuismo le había salvado el pellejo en más de una ocasión. Gracias a su vida entre taberna y taberna había aprendido a manejar a gente como Ojosucio, cuya violenta conducta no era más que un subproducto de sus miedos e inseguridades; en el fondo no era más que un niñito desamparado e indeciso (los clérigos estaban ya cansados de confesar a asesinos con traumas infantiles).

Antes de lo que dura un conjuro de parar el tiempo, Ojosucio se abalanzó sobre Baturno y los compinches de ambos entre sí, dando comienzo a lo que era una guerra abierta entre cofradías de ladrones.

Las dagas volaban, hombres apuñalados caían encima de las mesas despatarrándolas, y así numerosas irregularidades por el estilo en las que predominaba el color rojo y los gritos de dolor se sucedían, una tras otra dentro de “El Bazo de Goblin”. Paco se soltó como pudo, se dejó caer al suelo, recogió el laúd y se arrastró esquivando muertos apuñalados y ladrones en proceso de.

Mirando de nuevo a la fría noche, Paco corrió todo lo que pudo en busca de un lugar donde esconderse a salvo, y a poder ser otra copa.

Cuanto se habría ahorrado con el simple hecho de prestar un poco más de atención...




6 comentarios:

Mir dijo...

"[...]muchos ladrones seguían creyendo que ir vestido de negro y taparse el rostro era pasar desapercibido[...]"

Juas, me encanta esa frase, pero eso no evitará que mis rogues sigan vistiendo así, jejejeje

I. Guerrero dijo...

Si yo fuera el guardia de la ciudad... me lo ibais a poner fácil ;)

Violeta dijo...

Quién tuviera tu imaginación y facilidad de expresión...
Menudas risas me he vuelto a echar la segunda vez que lo he leído ya!
No lo dejes! Sigue subiendo historias de este peculiar bardo simpaticón!
Un abrazo

kassandra dijo...

poetarrrrrrrrrllllllll!!!!!!!!!!!

Paul J. Martin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Saizgz dijo...

Lo has conseguido. XDD
A mi memoria han venido recuerdos de Ank Morpork y sus propias cofradías de ladrones, tan semejantes en metodología a las aquí presentadas :D
Por un momento incluso he pensado que Paco iba a intentar endosarles una "paliza de canguros" :D
Por lo demás.. una entrada ejemplar.
Me ha encantado de especial forma la forma de salir del marrón y el comentario al respecto de los traumas infantiles de los ladrones

P.D. All hail Pratchet!!

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