miércoles, 1 de septiembre de 2010

2ª Edición del Concurso de Relato Fantástico de Dado de Dragón.

2ª Edición del Concurso de Relato Fantástico de Dado de Dragón.


Este año también lo he intentado y, satisfactoriamente soy finalista del concurso. ¡Estoy más feliz que chupitas! Para mí es una recompensa justa en relación a la calidad de mi relato.


Si os apetece leer algo de suspense-fantasía os invito a que os descarguéis el cuento (Villa Clara del Valle) desde la web de los buenos amigos de Dado de Dragón. Además también podréis disfrutan de un buen montón de literatura fantástica si os gusta el género.

martes, 31 de agosto de 2010

Reflexiones - Lo de ahí afuera...

Hay ahí afuera tanta gente maravillosa por descubrir, y sin embargo, muchas veces nos limitamos a mirar recelosos tras las fronteras ficticias de nuestro blog.


Hace que uno se sienta pequeño.

lunes, 9 de agosto de 2010

Premio Dardo y Blog de Oro


Llevo ya unos días dándole vueltas a la cabeza. Pero nada, no se me ocurre qué escribir.

Todo comenzó cuando, revisando las hojas de un bosque por el que me suelo dejar caer, advertí que mis escuálidas (en el sentido de flaco, no de sucio) Torres de Marfil se había merecido un pequeño, pero importante, espacio.
El premio Dardo y Blog de Oro, ha sido entregado a ésta humilde porción de bits entre otros tantos, de mano de la amiga Mir, una joven soñadora que en su excelente blog nos enseña una variopinta combinación de ciencia, arte, opiniones y un largo etcétera, perfecto reflejo de su espíritu afable.

El objetivo del premio es divulgar los pequeños blogs de autor que todos seguimos y disfrutamos con ellos, porque, al igual que todos tenemos algo que decir, expresar u opinar, nos gusta que el resto de navegantes invierta un pequeño tiempo en nosotros, y si, es reconfortante cuando abres un día los feeds y aparece una sorpresa así. De esta forma, espero que los premiados por mi persona lo reciban con la misma ilusión que yo lo he hecho.

No estáis navegando solos, Arrrrrr.



Doble Ciego

El misántropo digital

El Rincón del Cuentacuentos

Escribir por no hablar

Física en la Ciencia Ficción

Por la boca muere el pez

Proyecto Sandía & Alerta Pseudociencias

Refugio 101



Deberían ser 10, pero un servidor no da a más. Espero que éste premio simbólico, otorgado por éste humilde ser humano sea de vuestro agrado.

Ahora, os toca a vosotros elegir los vuestros :)

domingo, 8 de agosto de 2010

Reflexiones - Cuestión de orden

"Piensa con la cabeza y siente con el corazón. Nunca al revés."

martes, 3 de agosto de 2010

Reflexiones - Creencias


"Para alguien que simplemente quiera creer, una mota de polvo en una diapositiva es una prueba válida."

martes, 20 de julio de 2010

Tonterías varias: Robótica


miércoles, 14 de julio de 2010

Tonterías Varias: Magufos


martes, 13 de abril de 2010

Quiquiriquí, canta el gallo.

Como me sentía melancólico he transcrito desde mi recuerdo éste pequeño "dicho" que le hacía repetir a mis yayos una y otra vez cuando era un zagal. No tengo la más remota idea de donde viene, pero quiero asegurarme de a donde va. Espero que os guste.


Origen (conocido): Zaragoza, ribera del Ebro.



Quiquiriquí, canta el gallo.

¿Qué le pasa? Mal en el papo.

¿Quién se lo ha hecho? El afardacho.

¿Donde está el afardacho? Debajo la leña.

¿Donde está la leña? El fuego la quema.

¿Donde está el fuego? El agua la apaga.

¿Donde está el agua? Los toricos se l'an bebido.

¿Donde están los toricos? A labrar s'an ido.

¿Donde está lo que han labrao? Las gallinicas lo han escarbao.

¿Donde están las gallinicas? A poner huevos s'an ido.

¿Donde está lo que han puesto? L'agüelica lo ha cogido.

¿Donde está l'agüelica? A misa s'a ido.

Ojala que cuando l'agüela salga de misa le caiga una teja en mitad de la oreja.




sábado, 3 de abril de 2010

Fránsico - Anécdotas #2


Encuentros del camino



Entre la Puerta de Baldur y Nashkel, Fránsico, Paco, caminaba por el borde de la calzada, torpemente empedrara varias décadas atrás quedaba por igual patente que el cuidado de la misma había sido nulo. De ésta forma Paco llevaba miedo de que pasara algún carruaje a demasiada velocidad, ya se había llevado más de una pedrada de las que salen disparada de las ruedas de los carros.

Fráns.... Paco caminaba pensando en todo lo ocurrido, dándole patadas a un trozo de adoquín que le había castigado los riñones el día de antes. Todo el embrollo empezó cuando aquel trozo de calzada había salido disparado hacia el costillar de Paco culpa del carruaje de un rico mercader que, tas percatarse de la presencia del bardo, hizo parar su carro en seco. Paco miraba doblado de dolor como el comerciante bajaba de su lujoso transporte y se acercaba hacia él con una sonrisa falsa. Nuestro pintoresco juglar esperaba una humilde disculpa por el cardenal que le iba a aparecer en breves, pero, no solo no se disculpó sino que intentó venderle un repelente de orcos y semi-orcos. Por mucho que aquel vendedor insistiera en las maravillas de su producto y que aquellos caminos estaban plagados de orcos seguía sin resultarle convincente a Paco.

El mercader, Gozno que decía llamarse, abordó a Paco con una desenfrenada concatenación de adjetivos, tecnicismos y palabrería en general, que bien podría haber sido una ristra de morcillas, pues el juglar lo veía igual de negro. Aquella primera embestida propagandística surgió sin un previo saludo como dicta el protocolo, para un atareado hombre de negocios decir 'hola' era perder unos valiosos segundos que podrían haber sido empleados en algo más lucrativo como, por ejemplo, añadir un adjetivo extra a la descripción de su producto.

Después del desconcertante aluvión de palabras extrañas (muchas de ellas inventadas) Paco, más centrado y consciente de lo que estaba ocurriendo, llegó a la conclusión de que le estaban intentando vender algo. Algo que era increíble, maravilloso, antiséptico, inodoro, incoloro, indoloro, inocuo, leandrático, eficaz, imprescindible, analgésico, desinfectante, inhibidor, sulfurante, hipercontaminante, hidratante, hiporevitalizador y un largísimo etcétera de muchas otras cosas sin sentido. Y todo ello mientras el comerciante agitaba los brazos de una forma desproporcionada y esperpéntica.

El mágico producto en cuestión, explicaba Gozno, es aplicado sobre la piel gracias a la boquilla mágica patentada por él mismo, al accionarla creando una ligera presión sobre ella, se disparaba el mecanismo que dispersa el líquido repelente de orcos y semi-orcos, también patentado por él mismo, y de ésta manera, ninguna malvada y pérfida criatura orca se acercaría al portador del maravilloso, mágico, (etcétera, etcétera, etcétera) y revolucionario producto. Naturalmente Paco desconfiaba, y no era para menos viendo la enorme y fingida sonrisa que Gozno tensaba en su cara, sumando que ver una hilera de dientes negruzcos no era de las imágenes más agradables de Faêrun.

‘No sé no sé’ dudaba Paco. Entonces el hábil comerciante Gozno atacó con una oferta de “dos por tres” que a priori parecía difícil de rechazar. Pero, ¿para qué quería Paco un repelente para orcos si nunca había visto uno, y dudaba mucho de que lo fuera a ver? Aunque Gozno seguía insistiendo, y el "dos por tres" ofrecido era jugoso.

-¡Yo mismo lo uso AMIGO Paco! ¡Yo mismo en mi propia piel y me va de maravilla!

-¿Pero por qué gritas tanto? ¿Te pasa algo en la garganta?

-¡Mira AMIGO Paco! ¡Son mis últimas unidades! ¡¿Precio oferta sabes?! ¡Solamente un platino! ¡SOLO UN PLATINO!

-¡Un platino! Como si tuviera un platino... ¿Que te pasa en la boca? ¿Por qué tienes los dientes tan negros? ¿Es un efecto secundario de tu repelente mági...?

-Es un grave problema médico por culpa de una adicción que no viene al caso... ¡Ahora bien AMIGO Paco! ¡¿Quieres uno?! ¡Claro que quieres uno! ¡Cógelo, cógelo! ¡Casi no pesa nada para llevarlo en tu petate!- Hábilmente le puso el bote en la mano a Paco.

-Oye, que no lo quiero, no quiero tu producto.

-¡Claro que no pesa nada! ¿Ves como te lo había dicho? ¡Gozno no miente NUNCA! ¡Y es buenísimo para piel AMIGO Paco! ¡Que si mal no me equivoco eres un tuno...! no, ¿como se decía? ¡Ah si, un JUGLAR!

-¿No me estás escuchando verdad?

-¡Y a los JUGLARES os gusta tener un cutis PERFECTO! ¡Pues con el Repelente para Orcos Patentado de Gozno™ no solo no se te acercará ni un ORCO ni medio, sino que ADEMÁS tendrás un cutis y una piel SUAVE como la de un BEBÉ halfing!

-Hace rato que te he dicho que no lo quiero.

-¡ADEMÁS! ¡ADEMÁS deja un dulce y fresco aroma a moras MADURAS!

-No me gustan las moras... ¿y no has dicho antes que era inodoro?

-¡Un GALÁN como tú sabe que necesita el repelente para orcos si quiere triunfar con las DAMAS! ¡¿Eh truhán?!- El incansable comerciante le arreó a Paco dos codazos en un vano intento de confidencialidad, con la suerte de darle justo en la costilla amoratada.

-¡Vaya, te he hecho DAÑO! ¡Bueno, no IMPORTA, porque el Repelente para Orcos Patentado de Gozno™ también es un fantástico ANALGÉSICO! ¡¿VERDAD que no puedes pasar sin él?!

-Una vez más te repito que te pierdas en los planos inferiores...

-¡A los PLANOS inferiores se irán los orcos cuando huelan el repelente!

-Oye, si dices que éste camino está infestado de orcos ¿por qué gritas tanto? los atraerás...

-¡No AMIGO Paco! ¡Porque tenemos el Repelente para Orcos Patentado de Gozno™ y es imposible que unos orcos malolientes se acerquen a nosotros y....!- Justo entonces, a lo lejos, cerca del vado de un río saltaron al camino unos quince orcos; verdes, grandes, armados y ruidosos. Gozno se volvió incrédulo; durante unos segundos Paco y Gozno cruzaron las miradas perplejos, entonces el comerciante le arrebató el Repelente para Orcos Patentado de Gozno™ de la mano a Paco gritando ‘¡Jódete piojoso!’ y saltó dentro de su carruaje, que salió disparado en dirección contraria a la amenaza verde.

Antes de que Paco se diera cuenta estaba rodeado de criaturas verduzcas y babeantes, armadas hasta los dientes (los que probablemente, por su tamaño y forma también podrían haber sido utilizados como armas). Paco, lejos de perder los nervios, haciendo gala de su estoica templanza, en un increíble acto, digno de héroes, que yo como narrador de ésta historia he de insistir en que ni los más curtidos en la batalla son capaces de mantener la compostura en unos momentos tan difíciles, nuestro héroe Paco, inamovible como solo él sabe aparentar, apretó fuertemente el esfínter para no experimentar desagradables contratiempos; que luego estas cosas se terminan sabiendo y no son anécdotas de las que una dama se tenga que enterar.

La hoja afilada en el cuello no le faltó momento alguno a Paco, mientras tanto, los barbáricos seres discutían entre ellos en un idioma rebosante de zetas, sonidos ceceantes y descomunales salivazos que salían disparados cuando articulaban cualquier palabra. Paco, aunque no hablaba idioma orco[1] puso todo su esfuerzo y escasa concentración en interpretar las expresiones y aspavientos de éstos. No les quitaba ojo a los verdes conversadores. Viendo como braceaban llegó a la conclusión de que se referían a algo grande, considerablemente grande, quizá una olla o algún tipo de utensilio de cocina usado a modo de recipiente, muy probablemente para la cocción de alimentos. El otro orco no parecía muy de acuerdo con su camarada, negaba con la cabeza, y movía la espada horizontalmente de atrás a adelante, como quien ensarta una pieza de carne en un palo, luego giraba la hoja, dando a entender que era más cómodo para darle vueltas. El primer orco, claramente en desacuerdo, bajaba la mano del segundo, negado y reafirmándose de nuevo en su idea del perolo grande, mientras hacía gesto de remover con la espada. La agitada conversación continuó así de interesante durante un largo rato, hasta que un tercer orco entró en ella. Éste último, que era de un verde más claro, falta sin duda de alguna vitamina en su dieta alimenticia, separó a los indecisos orcos y, con su hacha hizo varios cortes al aire justo antes del gesto universal que se refiere a la acción de ingerir, expresando su predilección por la carne cruda. Todos los orcos afirmaron gozosos, expresando su acuerdo con gritos guturales y golpes en la cabeza. Entre dos cogieron a Paco, agarrotado como estaba y se lo llevaron al campamento.

Paco dio con sus huesos en los barrotes de una rudimentaria jaula, situada en el círculo más externo de la plaza central del campamento. Las tiendas, levantadas con pellejos de animales y palos se aglutinaban en pequeños grupos de cuatro o cinco, y el conjunto de todas ellas formaban un aro alrededor de lo que claramente era la zona de reunión socio-lúdica, con la tan típica hoguera apagada en el centro. De entre todas las tiendas solo destacaba una, grande e imponente. Elevada sobre las demás y con una pintoresca decoración de huesos humanos, era sin duda el acogedor hogar del jefe.

Paco continuaba concentrado en su complicada tarea de apretar el culo, mientras tanto los orcos seguían discutiendo fuera. Aunque el punto relativo a la preparación de la comida lo tenían claro, discrepaban en la forma de repartirse el festín. Había mucho orco y poco Fránsico. Los miserables orcos parecían famélicos y debilitados, a más de uno se le notaban las costillas, y todos, sin excepción, miraban a Paco con un deseo obsesivo. Era evidente que los ánimos estaban calentitos entre los miembros de la tribu, las caras verdes se agolpaban al rededor de la jaula, salivando efusivamente hasta el punto de que casi formarse un barrizal a sus pies. Entre tanta expectación y deseo culinario varios orcos empezaron a inquietarse, y lo había comenzado como unos leves empujones terminó siendo una avalancha de puñetazos, patadas y mordiscos a troche y moche. Paco se sentía más seguro dentro de la jaula, por lo menos allí dentro solo le saltaba alguna gotilla de sangre de vez en cuando o algún diente que había perdido la pista de su dueño. Entre el avispero de mamporros había un orco que repartía más que ninguno y no tardó mucho en dejar a varios de sus camaradas noqueados en el suelo. Otro viaje y otro orco más al suelo. Dos más, éstos con un brazo roto y la dentadura por el suelo. Otro que se acercaba sigiloso por detrás terminó estampado en un montón de cajas vacías. Otro golpe, y otro más, resultaba casi hipnótico... el pequeño detalle era que, se peleaba por él, ¡pero para comérselo! Paco flotaba entre las brumas de irrealidad que otorga el piadoso seso cuando no se termina de racionalizar algo, nunca se había visto rodeado de orcos hambrientos peleándose por comerle, a decir verdad nunca había estado rodeado de orcos; que narices ¡media hora atrás jamás había visto un orco!

Se había proclamado un ganador, como narrador afirmo que no se muy bien como describir al orco pues todos me parecen iguales, pero le echaré imaginación. Era grande y verde, sus caninos inferiores sobresalían desproporcionadamente de su boca... ya lo decía yo, todos iguales. Corramos un tupido velo.

...

...

El orco vencedor se acercó a la jaula dónde Paco miraba anonadado, crujiéndose los nudillos y babeando más que un caracol, ya casi podía saborear las tiernas carnes del bardo. Paco, que ya comenzaba a tomar conciencia de su inmediata defunción hizo un esfuerzo por sonreírle amablemente al orco, con la esperanza de que sonara la flauta por casualidad y le perdonaba la vida. Por desgracia, el total desconocimiento del folclore orco por parte de Paco lo había hecho cometer un error fatal. Para un orco, enseñas los dientes, o para un ser civilizado lo que viene siendo una simple e inocente sonrisa, era una ofensa terrible, una de las peores quizá. En nuestra cultura podría traducirse como si alguien te levantara en el aire por tus partes genitales mientras menta al recuerdo de tu madre no muy respetuosamente. En consecuencia, y como el lector imaginará, el orco montó en cólera y de un manotazo aventó los barrotes de la jaula dónde yacía Paco.

Nuestro bardo, el insensato Paco, se temía lo peor, lo más catastrófico, en sus entrañas podría sentir el final inexorable, no se creía capaz de aguantar sin cagarse de miedo mucho más rato. Cerró los ojos esperando que Sune, su adorada y querida Sune obrara un milagro para salvarle. "Mi amada Sune" pensaba Paco para sus adentros "Mi querida y deseada Sune, si me salvas la vida, te juro por lo que tengo entre las piernas, de lo que estoy muy orgulloso, y si no que lo pierda, que seduciré y llevaré al lecho a la primera hembra que vea, tienes mi más sincera palabra". Y al parecer la diosa le escuchó, porque no fue devorado por el apestoso orco que tenía delante, en su lugar escuchó un aterrorizador grito gutural que retumbó en sus oídos como un violento trueno. El jefe de la tribu había salido de su tienda. Era una bestia descomunal, su pecho parecía un tonel, con unos pectorales enormes, los brazos parecían troncos de árbol y su pelo, enmarañado en una coleta "cebollona" era más negro que la ingle de un drow. Aquella monstruosidad de ser avanzó hasta Paco y lo levantó sin esfuerzo alguno, como las gatas cuando cogen a sus cachorros, y se lo llevó a la tienda de donde había salido. El resto de los orcos se limitaron a apartarse conforme pasaba su jefe, incluso los que yacían casi inmóviles en el suelo se arrastraron para no entorpecer el paso a su líder.

El tremendo orco soltó a Paco en lo que parecía un sillete, junto a una primitiva cama. El interior de la tienda estaba realmente bien aprovechado. Aquella criatura había colocado baldas donde guardaba una desproporcionada cantidad de mejunjes, líquidos embotellados y lo que parecían saquitos con polvos, seguramente, pensaba Paco, útiles de magia orca que en apariencia utilizaba el chamán con cierta frecuencia. También había, lo cual era un poco desconcertante, una especie de "algo" que parecía una cómoda, en un orc-style de lo más clásico, fabricada con huesos, excremento y cuerdas de esparto. Todo lo que estaba a la vista era el no va más del glamour orco. Cráneos decorados, pieles de tigre con curiosos tribales dibujados, presumiblemente con sangre humana, alguna cabeza reducida, ya un poco desgastadas, un exquisito candil de forja, sin duda de fabricación enana, un retrato ecuestre, la verdad es que el jefe orco tenía buen gusto, una bonita colcha de encaje sobre la cama...

El jefe orco se dio la vuelta con un cráneo en cada mano, tendiéndole uno a Paco. Su anfitrión se había pintado la cara con algún tipo de pintura ritual, o de guerra, los labios los llevaba rojos y el contorno de los ojos oscurecido. Aquel detalle le sorprendió enormemente a Paco, pues no tenía a los orcos por tan cuidadosos. Cuando cogió el cráneo que le ofrecía, que no era ni más ni menos que un socorrido vaso, Fránsico se percató de que llevaba las uñas pintadas de rojo. Su anfitrión se apoyó el la cómoda.

-¿No vas a probarlo? Es un exquisito rosado de Everlund, a mis chicos les costó horrores arrancárselo al mercader que lo llevaba, seguro que para ser malgastado por algún piojoso elfo sin paladar.

A Paco se le descolgó la mandíbula de su sitio.

-¿Te vas a quedar ahí mirando boquiabierto? Pensaba que los tunos... juglares, perdón, erais más divertidos.

Paco era incapaz de mediar palabra.

-Oye, si te has quedado mudo prefiero sacarte fuera y que se te coman... ¡lo que hay que hacer por un poco de conversación inteligente!

Paco le dio un trago al líquido, que en efecto era lo que el orco decía.

-¡Delicioso el vino! Pero no me mate, ni me saque ahí fuera, puedo entretenerle de muchas maneras... ¡Y con el vino gano mucho!

-Vaya, al parecer el bardito si que sabe hablar.- Se acercó a Paco y le levantó la barbilla delicadamente con el dedo índice. -Me pregunto que más sabrás hacer con esa lengua prodigiosa...- Sin duda era un comentario desconcertante.

-¡Le puedo recitar un poema! ¿Como se llama usted?

-Mariam.

-Bien... Mariam... ¿¡Mariam¡? ¿Que clase de nombre orco es...? ¡Mariam! ¿¡Es que acaso usted es hembra...!? Digo, ¿¡mujer!?

-Me sorprendes. ¿No sabes reconocer a una dama cuando la tienes delante, truhán?

La voz de Sune retumbó en la cabeza de Paco "Cariño, tenemos un trato, ¿lo recuerdas?"



Imágen: http://puppeli.deviantart.com/


[1] El idioma orco consta de aproximadamente unos diez caracteres y una muy reducida lista de fonemas diferenciables y clasificables. Magos estudiosos de filología han determinado que esto se debe a la escasa inteligencia de sus hablantes nativos y la imposibilidad de los mismos de entender una cifra mayor al número diez, sumado a su clara dificultad para articular palabras complejas. Independientemente el vocabulario es extremadamente extenso, gracias a sutiles entonaciones en la pronunciación, así pues la palabra (escrita fonéticamente) 'Grouuuzz' puede significar "leche rancia de cabra" o expresar desacuerdo con el pago de botín otorgado por el jefe.

jueves, 25 de marzo de 2010

Desengaño

Desengaño
Dedicado... a 'ellas'


Desgastando las últimas frases hechas en los recuerdos más recientes he llegado a la conclusión de que siempre es la misma cantinela. Es lo que hay, ya veremos, iremos tirando, más o menos, que le vamos a hacer. Estoy cansado de falsas promesas, máscaras y medias verdades. Harto del mundo donde nada es verdad. Me obligan a formar parte de ello, no me gusta la idea, no me gusta su juego.
La vida es un mar de dudas, unas se pierden en la infinidad azul, otras rompen contra las rocas del desengaño. Pocas llegan a las tranquilas playas para disiparse sosegadas. Puedes sentir como tu cabeza se estrella contra el arrecife y explota en mil pequeños pedazos. Erosionado por incontables olas que ya se torturaron mucho tiempo antes con las afiladas piedras, no podrás mas que sacarles un poco más de punta. En el fondo la razón duerme sosegada, oculta en la oscuridad donde los rayos de sol no son más que tímidos turistas extraviados. ¿Pero verdad que es mucho más llamativa la tempestad de la superficie? Las olas agitadas por la tormenta resuenan violentas y se estremecen, y los marineros gritan y juran improperios con el puño en alto. Pero, ¡ay amiga de aquellos que navegan en la tormenta! pues terminan ensartados en el viejo arrecife junto con las desafortunadas olas...
Eso es lo que le pasó a aquel marinero ya en antaño, ¿cómo se llamaba? da igual, no recuerdo su nombre. Navegaba entre las olas como un simple pescador pero creyéndose un bravo pirata. Su barco era Mentira. Grande, lento y destartalado. Mentira le había sido útil durante gran cantidad de años, y aunque era torpe y poco ortodoxo (más bien nada) le había llevado siempre a cumplir sus deseos y atracar en blancas playas de fina arena y sinuosas dunas.
Pero tarde o temprano las aguas se agitan y la corriente arrastra hacia los inexorables arrecifes. Lamentablemente para aquel pescador pirata que entre el fuerte oleaje veía llegar su fin. Su querido Mentira se desmantelaba poco a poco mientras las corrientes lo enfilaban hacia las afiladas piedras. 'Arrr' gritaba el marinero, pero de poco le servía exclamar nada. Un aparejo que se soltaba por allí, un barril de pólvora explotaba por allá. Mentira hacía aguas más que nunca hasta que aconteció el desastroso, y anunciado final, para el pirata pescador.

Solo quedaron los recuerdos de tablones en una costa lejana y ésta trivial historia.

domingo, 28 de febrero de 2010

Fránsico - Anécdotas #1

Los bajos fondos de Aguas Profundas

(Si las aguas son profundas imagínate los bajos fondos)

La taberna “El Bazo de Goblin”, no era precisamente una de las más populares de Aguas Profundas, pero solía pasar la noche en un ir y venir de licores variados. Paco, con los colores que otorga el vino especiado, correteaba de una punta a otra la tarima del establecimiento, punteando su laúd con la uña de trol que utilizaba para aquel menester; canturreaba aquella copla que habla del origen de los dragones:

“Dragoncitos a volar

cuando acabas de nacer

tu colita has de mover

pio, pio, pio, pio”


Tras él brincaban ya un par de ciudadanos, animados por el alcohol y la alegre cancioncilla agitaban los codos imitando a un dragón recién nacido; como si de sus escamosas alitas se tratara. Pero a excepción de Paco y los dos espontáneos bailarines, nadie más movía ni un solo músculo dentro de la taberna. El tabernero detrás de la barra ni pestañeaba, los borrachos habituales no habían probado una gota en toda la noche, tampoco se atrevían a levantarse de sus asientos, a las casquivanas mozas que frecuentaban los alrededores no se les había visto el pelo. Todas las miradas observaban de reojo una única mesa. Mientras tanto, Paco ajeno a toda aquella sombría situación continuaba con su alegre revoloteo entre los presentes, canturreando jovial en compañía de las agudas notas que salían de su laúd.


En aquella mesa, centro de todas las disimuladas atenciones, permanecían uno frente a otro dos caballeros, versados en el arte de la picaresca. Por un lado el viejo y experimentado Baturno “Rajatripas”, líder de la cofradía de ladrones “Daga Afilada” y al otro extremo de la mesa su contrapuesto, el joven e impulsivo cabecilla de la banda rival “Las sombras” (los ladrones nunca han destacado por su original retórica) que se hacía llamar a si mismo Ojosucio, en alusión a un desagradable problema médico que no viene al caso. Ambos diplomáticos callejeros discutían temas relativos al reparto de la ciudad, en lo concerniente al aprovechamiento de las oportunidades que ésta ofrece a los que podemos llamar... hombres ambiciosos.

Éstas “asambleas” entre personajes gustosamente megalómanos no eran algo frecuente; por lo general los implicados elegían un ambiente más discreto, pero las relaciones entre ambos grupos no estaban como para tirar bolas de fuego. Los dos dirigentes habían coincidido en que un lugar público era la opción más indicada para evitar tentaciones derivadas de la ausencia de testigos (meras formalidades como los asesinatos a traición, envenenamientos, etc.). La reunión fluía sin problemas, y aunque podía sentirse cierta tirantez en el ambiente no parecía haber motivos para llegar a las dagas. De fondo los dragoncitos de la canción Paco seguían revoloteando, pero para los ocupados dialogantes no era más que un murmullo lejano.

Baturno hablaba gesticulando mientras Ojosucio afirmaba con la cabeza, los dos reclinados sobre la mugrienta madera para no tener necesidad de levantar excesivamente la voz (¿habrá algo que les guste más a los ladrones que el secretismo? Bueno... quizá robar). Las decisiones tomadas en aquella reunión iban a afectar considerablemente al futuro del distrito; ambas cofradías tenían formas muy distintas de proceder. Baturno era partidario de la venta de servicios al pequeño negocio, como el alquiler de seguridad, para evitar que otros ladrones no robaran a los protegidos (claro que todo mentira, los propios ladrones eran los encargados de la seguridad), y si alguien se negaba a la compra de éste vital servicio, Baturno se veía obligado a tomar medidas ligeramente más drásticas, como puede ser el secuestro de los primogénitos del comerciante (la técnica “orejas de cerdo”, llamado así por el típico gritar del afectado, solía ser muy efectiva), o visitas nocturnas con numerosos daños materiales. En definitiva una simple estrategia de negocio. Por otro lado, Ojosucio prefería un enfoque más directo del asunto, como ya le había explicado a su interlocutor varias veces; a su juicio las florituras y añadidos no son más que gastos intermedios innecesarios y por lo cual, a parte de una perdida de tiempo; un uso inadecuado de recursos tanto humanos como materiales; era un receso para el negocio. Ojosucio, haciendo gala de su característica practicidad, prefería extorsionar a los mercaderes amenazándoles con arrebatarles la vida o mucho peor aún arruinarles el negocio (aunque parezca increíble la mayoría de los mercaderes preferían perder la vida al negocio, al fin y al cabo un próspero empresario puede pagarse los servicios de un clérigo), se puede decir que su política de negocio era un fiel espejo de su personalidad directa, agresiva y ambiciosa.

Mientras tanto, Paco que llevaba ya en su cuerpo serrano un par de vinos más se plantó delante de la mesa ‘LIM’ (Ladrones Importantes Maquinando). Hasta aquel preciso momento, Paco no había sido más que un constante murmullo de fondo para los dos diplomáticos, un moscardón que revolotea ruidoso alrededor... el problema es cuando el moscardón se para en el ojo de alguien a quien no le gustan los insectos alados, ni los músicos ambulantes.

-¡Amigos! ¡Unas monedillas para el artista!- Dijo Paco sosteniendo al revés su bigornio para recoger las limosnas.

-Déjanos en paz, baboso- Contestó Ojosucio sin prestarle demasiada atención al bardo.

-¡Venga amigos! ¡No seáis maleducados! Una vez conocí a un perro luskanita que era más amable que vos.

-¡Que te pierdas, ositas!- Gruñó de nuevo Ojosucio, pero Fránsico sin darse por aludido agitó el sombrero haciendo sonar las monedas que ya llevaba en él, una eficiente estrategia para hacer sentir culpables a los menos generosos. A su vez Baturno extendió la palma de su roñosa mano frente al impulsivo Ojosucio cuando advirtió que éste había echado mano de su daga.

-Tranquilo camarada, no hay motivo para tomar acciones precipitadas, vera usted noble bardo,- volviendo su mirada hacia Paco -que aquí mi amigo y yo no hemos estado escuchando su interpretación debido a que estábamos totalmente inmersos en nuestros propios asuntos y charla privada, que si mi permite decir, son más importantes que cualquier cancioncilla popular, sin ánimo de ofender a su persona.- Paco, que en la tercera palabra había perdido el hilo de la conversación volvió a agitar el bigornio, esperando una donación que no llegaría nunca. Ya fue demasiado para la escasa paciencia de Ojosucio; rápido como un rayo, antes de que Baturno pudiera hacer nada por evitar la respuesta violenta, Ojosucio haciendo patente de su increíble destreza cogió a Paco por la punta de su capa, sin moverse ni levantarse del sitio enrolló al confuso bardo en ella misma, lo tumbó de lado sobre la mesa desparramando cerveza por todos lados cuando las jarras volaron por los aires. Como guinda del pastel con una afilada daga, de una fuerte estocada fijó capa y madera dejando inmóvil a Paco dentro de su propia prenda. Para asegurarse de que el desgraciado bardo había entendido la objeción, Ojosucio clavó otra daga a escasos dos dedos de la nariz de nuestro desafortunado protagonista.

Diremos en favor del particular bardo, que aunque un poco atolondrado, de tonto no tenía un pelo y su afilado ingenio le salvó la vida en numerosas ocasiones; aunque si no hubiera sido por culpa de su disperso espíritu y escasa moral no se habría visto envuelto en semejantes embrollos.

Paco recibió un directo al hígado.

-¿Quieres morir maldito bufón beodo?- Preguntó el embrutecido Ojosucio terminando con otro golpe en la castigada víscera de Paco. La cara de dolor que mostró el bardo expresaba muy bien el notable conocimiento que Ojosucio poseía sobre la anatomía humana. Paco que veía su gaznate en serio peligro, puso todo su empeño en concentrar las desordenadas ideas que le circulaban por el seso, para salir airoso de la peliaguda situación; de una manera completamente inusual y chocante para los que estaban presentes, Paco contestó con parte de un poema que en tiempos escuchó a importante bardo de la Costa de la Espada.

“¡Sentenciado estoy a muerte!

Yo me río

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna antena,

quizá; en su propio navío
Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo,

sacudí.”

Qué bonita es la magia para los amantes de las artes arcanas; es una lástima que un puñado de ladrones analfabetos no sepan reconocerla cuando la tienen delante de las narices. A decir verdad, Paco tampoco entendía esa magia como tal, magia que utilizaba en escasas ocasiones; para salir de algún aprieto (o ayudar con alguna seducción). El ignorante bardo comprendía sus inusuales poderes como una extensión de su arte hacia los planos divinos; siendo la misma diosa Sune, de portentosa belleza y ardientes pasiones, quien se había encaprichado de su voz. Presuntamente la femenina deidad le entregaba a él, que era un simple mortal, las útiles herramientas que le ayudaban a... no morir por culpa de su excéntrica conducta. Desgraciadamente la curiosa teoría filosófica terminaba cuando Paco empezaba a fantasear con hermosa Sune, en lo que podemos llamar “sueños eróticodivinos”.

El perspicaz bardo había lanzado un conjuro sin que los enfurecidos ladrones tuvieran opción a darse cuenta. Ojosucio, confuso por lo que para él eran tonterías le soltó a Paco otro mamporro en su dolorido hígado.

-¿Que paparruchas estás diciendo mendigo de cloaca?- Levantó el puño de nuevo para recordarle a Paco cual es el significado de la palabra dolor. Baturno, que había permanecido en silencio durante la explosión de violencia gratuita con la que el impulsivo Ojosucio había animado la noche, decidió interrumpir en la dramática escena para poner el punto de cordura que le caracterizaba; pero no fueron palabras tranquilizadoras las que salieron de los labios del viejo ladrón.

-¡Venga, mátalo ya! ¡Eres más cobarde que un kobold, siempre lo has sido!- Ojosucio se volvió hacia el anormalmente sobresaltado Baturno.

-¿Que dices viejo asqueroso? ¡¿Me estás llamando cobarde?!- Ojosucio encolerizado agarró la daga que había permanecido clavada frente a la cara de Paco, inmediatamente se escucharon los silbidos metálicos de numerosas dagas desenfundándose; presumiblemente de las dos docenas de encapuchados que había esparcidos por la taberna (muchos ladrones seguían creyendo que ir vestido de negro y taparse el rostro era pasar desapercibido). Sin necesidad de magia alguna, el tabernero y la mayoría de los parroquianos desaparecieron de la escena. Baturno, acalorado intentó explicarse en vano, pues no fue una explicación lo que escucharon los presentes.

-¿Osa llamarme asqueroso quien por ojo tiene una boñiga?- Fue la gota que colmó el vaso, si algo no soportaba Ojosucio eran los comentarios despectivos a cerca de su grave problema ocular; a su parecer no era un tema de mofa.

Lejos de sentirse en peligro, Paco disfrutaba del espectáculo; aquel conjuro de ventrilocuismo le había salvado el pellejo en más de una ocasión. Gracias a su vida entre taberna y taberna había aprendido a manejar a gente como Ojosucio, cuya violenta conducta no era más que un subproducto de sus miedos e inseguridades; en el fondo no era más que un niñito desamparado e indeciso (los clérigos estaban ya cansados de confesar a asesinos con traumas infantiles).

Antes de lo que dura un conjuro de parar el tiempo, Ojosucio se abalanzó sobre Baturno y los compinches de ambos entre sí, dando comienzo a lo que era una guerra abierta entre cofradías de ladrones.

Las dagas volaban, hombres apuñalados caían encima de las mesas despatarrándolas, y así numerosas irregularidades por el estilo en las que predominaba el color rojo y los gritos de dolor se sucedían, una tras otra dentro de “El Bazo de Goblin”. Paco se soltó como pudo, se dejó caer al suelo, recogió el laúd y se arrastró esquivando muertos apuñalados y ladrones en proceso de.

Mirando de nuevo a la fría noche, Paco corrió todo lo que pudo en busca de un lugar donde esconderse a salvo, y a poder ser otra copa.

Cuanto se habría ahorrado con el simple hecho de prestar un poco más de atención...




Fránsico - De su niñez y andanzas.

Fránsico - De su niñez y andanzas.

La mejor forma de contar la vida de un bardo es en prosa. Bastante tenemos ya que aguantar sus estridentes notas de laúd y las forzadas rimas que expresan todo menos naturalidad. Hoy hablaremos de la irregular trayectoria de Fránsico, ó Paco para amigos, conocidos y todo aquel que desee tomarse confianzas.


Fránsico, bueno, Paco era natal de la vetusta ciudad de Neverwinter, al norte de la Costa de la Espada. Sus padres eran dos mercaderes dedicados a la empresa de la fabricación y venta de plumas mágicas para escribir, más comúnmente conocidas como blumígrafos. Como al parecer el negocio de los blumígrafos no era lo suficientemente rentable, (avisados estaban de que los magos son muy conservadores a lo que a éstos temas se refiere) decidieron ampliar su negocio al campo de la conservación de productos alimenticios. Pusieron en marcha una sofisticada estrategia comercial, junto con cada ración de carne seca, obsequiaban un blumígrafo. Desgraciadamente la mayoría de clientes que compraban sus mercancías ni siquiera sabían leer ó escribir, siendo el destino de la mayoría de éstos aparatos para la escritura yacer en el fondo de algún cajón. Como la carnicería les fue bastante mejor decidieron concebir un hijo, y tras los esfuerzos que esto conlleva Paco llegó a Faerûn.

Daremos un pequeño salto en la vida de Paco, sabido es que en los primeros años de vida el único interés de la persona es tetar y dormir (aunque en el caso de Paco se puede decir que después de tres décadas poco ha cambiado). A la tierna edad de siete años, las artes sociales de Paco comenzaban a despuntar. No era raro verlo corretear por el mercado rodeado de un grupo de niñas. Los demás chavales, (quizá por envidia quién sabe) lo tachaban de rarito, nada más lejos de la realidad puesto que las traía a todas locas. Pero no solo de halagos vive el hombre y las laminerías no se pagan con cuatro palabritas bien dichas, por muy mono que fuera el niño. El hambre hace la necesidad, aunque en éste caso se trate de gula, y el chaval se las ingenió para hacerse con unos cuantos cobres que pagaran sus dulces deseos. Zorro como el sólo se fabricó un rudimentario instrumento de cuerda capaz de reproducir cuatro notas, afinado a oído. Observaba el tránsito del mercado, para saber cuales eran las esquinas donde pasaba más cantidad de gente. Tras encontrar el lugar idóneo, se plantaba en el a tocar musiquilla y hacer monerías a los caminantes que pasaban. En la mayoría de ocasiones era apartado a empujones por transeúntes que no querían saber nada de mendicidad, pero como dice el refrán, el neverwintero (ó neverwintense) tozudo saca cuscurro, el niño no cejó en su empeño hasta que terminó montándose una fiesta de pasteles y tartas con todas sus amiguitas.

Llegados sus doce años, Paco estaba hecho todo un galán, conquistador y geta. Ya llevaba a sus espaldas un número considerable, para su corta edad de balcones escalados, inocentes jovencitas conquistadas y precipitadas huidas con las calzas a media pierna. Además el mozuelo era conocido en las tabernas de todo Neverwinter, incluidas las de más cuestionable reputación, donde las cervezas no iban acompañadas con una mosca dentro de la jara sino con una lagarta detrás de ella.
Sus padres, que aunque no eran muy listos andaban bien de vista se dieron cuenta que su hijo caminaba por una vía adoquinada hacia los planos caóticos, como cantaban unos populares bardos de por aquel entonces que se hacían llamar AC/DV (Arcano/Divino, uno de ellos era especialmente hábil con su laúd mágico). De ésta forma decidieron que su hijo tenía que lograr algo más en la vida que hacer el paripé por las calles de la ciudad. Una mañana como otra cualquiera de las que Paco llegaba a casa después de una noche de parranda, le esperaban sus padres en la puerta con las maletas hechas y un pergamino de ‘inmovilizar persona’ (de esos que llaman ‘para uso por muñecos de entrenamiento’) y lo mandaron en un carruaje ex proceso a una universidad de magia en Aguas Profundas.

Paco estaba algo confuso, los primeros días fueron extraños, al fin o al cabo se trataba de una ciudad nueva, nuevas gentes, una enorme escuela de magia... Pero Paco, lejos de hundirse, y recordando las sabias palabras de su difunto abuelo “al mal tiempo buena jarra”, (o cara, el hombre tenía un defecto en el habla) Y con ese refrán como estandarte volvió a sus andadas de taberna en taberna y balcón en balcón, con nuevas caras, cervezas y mozas. Antes de lo que canta una cocatriz Paco estaba saltando el muro que cercaba la universidad y corría hacia una taberna con su pandereta y laúd a cuestas.
Empezaron a sucederse las noches de juerga y las ausencias a clase, luego terminó el trimestre, y el siguiente, acabó el curso, y el siguiente, y el siguiente y de ésta forma, cerveza en cerveza y curso a curso llegó el treinta cumpleaños de Paco, y seguía en el primer grado de aprendiz. Los profesores no sabían que hacer con el, pero tampoco hizo falta tomar medidas apresuradas, pues un día desapareció, lo único que dejó atrás era una nota en la que podía verse escrito “Me voy a conocer mundo, no me esperen despiertos”.
Viajó lejos, muy lejos. Salió lleno de ilusiones, lugares que visitar y gentes que ver.

Una noche ya cerca de Puerta de Baldur, después de pasar toda el día de caminata, yacía sentado en el duro banco de una posada. Pero no había cansancio que pudiera con él cuando la naturaleza llamaba bajo sus calzas. Se incorporó y estiró el cuello todo lo que pudo, porque... ¡bendita Sune! al otro lado de la posada había visto una larga y ondulada melena, dorada como el sol, al tiempo que se dio cuenta de que entre la frondosa cabellera asomaban dos orejas puntiagudas. Aunque hubiera querido no podía abrir más los ojos, nunca había visto una elfa, es más, ¡nunca había seducido a una elfa! y Paco consideraba que ya era hora de poner fin al desconocimiento de como amaban las elfas. Paco se levantó decidido, y disimuladamente recolocó su paquete, como él sabía ponerlo para aparentar más. Con paso firme comenzó su aproximación esquivando borrachos y mesas hacia la esbelta figura, que enfundada en una sugerente armadura de cuero tachonado permanecía sentada de espaldas. La boca se le iba haciendo agua conforme andaba (si solo hubiera sido la boca...), veía su delicada mano agarrando la jarra cuando la levantaba para beber “no será lo único que levantes esta noche” pensaba calenturiento mientras acortaba la distancia con lo inevitable. No eran más de dos palmos lo que les separaba, Paco punteó algunos enrevesados acordes con su laúd y con la musicalidad que otorga el alcohol y la mala vida entonó algunas palabras -¿Quieres que te ‘toque’ algo?- la elfa se volvió de sopetón.
Durante unos segundos reinó el silencio, el espacio entre ambos se tensaba tanto que parecía hacerse material. Paco había perdido la respiración, no podía hablar después de ver su rostro, sus miradas se clavaban mutuamente, afiladas como puñales.
-Eres... eres.... ¡eres un hombre!
-Un hombre que te va a dar una paliza.- Dijo amenazante el elfo.
-¡Amigo! no me malinterpretes, yo solo te he preguntado si querías escuchar algo de buena música y quizá historias de valerosos héroes.
-El único valor que hay aquí es el de tu estupidez, ¿te me estás insinuando?- Dijo el andrógino varón clavando una ornamentada daga sobre la mesa.
-¡En absoluto! Ja... ja... jaaaa.... ¿que malentendido tan gracioso verdad? ¡Hagamos una cosa!- dejó el laúd en el suelo -¡Te invito a una cerveza!- Paco corrió a la barra, desesperado por salir airoso del aprieto y de paso no ser rajado por un elfo afeminado.
Fueron una, dos, tres cervezas, Paco había escuchado que los elfos no tenían mucho aguante bebiendo, pero este se las bebía como el agua. Cuatro, cinco, seis cervezas, Paco empezaba a ver doble, siete, ocho... el elfo seguía tieso como un pirulí. Paco ya perdió la cuenta de cuantas llevaban -¡Oe amijo elpo!- dijo nuestro vividor protagonista a duras penas, -Pero tu... ¿dojde apredijte a beber ají?- El elfo, algo contento, pero aún conservando algo de serenidad soltó una sonora risotada -Me crié entre los enanos- y le echó otro trago largo a la jarra que llevaba en la mano afirmando lo dicho. -¿Enanoj? nunja he vijto ninjuno. Pero tu, amijo elpo, ¡erej el mejor elpo que he vijto jamáj!- (cabe recordar que era el primer elfo que había visto en su vida) Paco rodeó al elfo con el brazo -¡Erej mi mejor amijo! ¡Brindemoj todoj a la jalú de mi amijo elpo!- Obviamente nadie le hizo caso. Varias jarras después Paco se despertó en una de las habitaciones de la posada con un horroroso dolor de cabeza.
Discutiéndose moralmente si continuar el camino o dejarse morir de asco en aquel catre se acurrucó un poco más entre las ásperas sábanas (¡que suerte una cama con sábanas!), le pareció golpear algo duro con el pié, pero no le dio importancia. Se encontraba muy bien y calentito allí sin nada de que preocuparse, a excepción de la molesta resaca. Llevaba un rato de lado y le empezaban a doler las costillas, era momento para cambiar de postura. Al voltearse boca arriba su mano topó con algo de tacto suave y templado. ¿Una bolsa de agua caliente? Paco no recordaba haber subido una bolsa de agua caliente, a decir verdad no recordaba nada después de la enésima cerveza. “Que agradable dormir con una bolsa de agua caliente” pensó, “no se como no se me ha ocurrido antes”, se acurrucó un poco más, pero empezaba a coger frío. Entonces tuvo la magistral idea de abrazar la bolsa de agua, y al darse la vuelta para aferrarse más a ella se percató de que era anormalmente grande. Palpó entre las sábanas para encontrar algo más calentito y blando, y... ¡con pelo! De un brinco salió de la cama para descubrir en el recién abandonado lecho al elfo de la noche anterior, durmiendo a pierna suelta... ¡y desnudo!. Traumatizado por la duda de que había ocurrido esa noche se aguantó un par de arcadas. Sin pensarlo dos veces, corriendo se enfundó en sus vestimentas, todo lo silencioso que pudo para no despertar al... bueno, al elfo. Una vez asegurado de que llevaba todas sus pertenencias, incluida su daga extraplanar y la cuchara que lo comprobó dos veces, se descolgó por el quicio de la ventana y salió bien ligerito hacia Puerta de Baldur.

Y esto es lo que podemos contar de Paco hasta ahora, y de él podemos decir que aunque su alocada cabeza termina llevándole a las situaciones más insospechadas, tiene buen corazón.


Fránsico - Características del personaje

Información: Fránsico es un personaje creado para jugar en una campaña del juego de rol Dungeons & Dragons 3.5 en Reinos Olvidados. Está escrito en tono de humor, a modo de una pequeña caricatura. Espero que os guste.

Nombre: Fránsico (Paco para los amigos)

Raza: Humano del montón.

Clase: Bardo

Descripción física:

Pelo negro, ojos marrones, unos 30 añazos (y un largo pico), muy delgado, aire desaliñado, ojeras, rodalazos, barba de tres días y aliento a alcohol.

Vestimenta y apariencia general:

Luce una elegante armadura de cuero negro que le cubre escasamente el pecho, muy suave y brillante, consta de tiras del cuero más fino entrelazado entre si diagonalmente. De ésta magnífica obra de artesanía nacen las mangas del jubón, también negras, afaroladas, siendo morado el color que puede verse entre los pliegues. Sobre la coronilla (en la que empieza a escasear tímidamente el pelo) posa una gorra de dos picos o bigornio, con una estrambótica y llamativa pluma, entre las dobleces del inusual cubrecabezas guarda una cuchara. Ceñido a la cintura un calzón ancho y corto al que llaman gregüesco, a juego con el jubón, para ir bien conjuntado, unas calzas ajustadas al muslo y paqueteras que llegan hasta los pies, negras como el resto de la indumentaria. La capa, de un exquisito terciopelo azabache, va terciada al hombro derecho y atada bajo el brazo izquierdo, engalanada con escudos bordados de varias ciudades de Faerûn, y colgado de la misma capa, haciendo patente de las conquistas de éste galán, unas veinte cintas de colores con nombres de jovenzuelas escritos en ellas. Del cinturón de cuero lleva colgando una pandereta, también adornada con cintas de colores. En el otro costado dentro de una raída funda lleva una daga plegable con mango de hueso que lleva el nombre de la misma escrito junto al filo, en un idioma de extraños caracteres que ningún mago ha sabido descifrar. La daga tiene una larga historia puesto que en muchas ocasiones ha estado a punto de perderla a causa de malas apuestas ó a los astutos pícaros que intentan aprovecharse de los borrachos. Cuando se hizo con ella aún siendo un zagal, el mercader que se la vendió, aseguró que se trataba de una daga mágica, aunque hasta la fecha no parece poseer ningún encantamiento, y le juró por la tumba de su difunto padrastro que se la había vendido un mago, que según él, afirmaba haber caído de un portal que conducía a otro plano. El grabado de la hoja reza “Albacete Inox”. Un laúd de doble cuerda, el cual usa un trocito de uña de trol para tocar, es su fiel compañero.