domingo, 28 de febrero de 2010

Fránsico - Anécdotas #1

Los bajos fondos de Aguas Profundas

(Si las aguas son profundas imagínate los bajos fondos)

La taberna “El Bazo de Goblin”, no era precisamente una de las más populares de Aguas Profundas, pero solía pasar la noche en un ir y venir de licores variados. Paco, con los colores que otorga el vino especiado, correteaba de una punta a otra la tarima del establecimiento, punteando su laúd con la uña de trol que utilizaba para aquel menester; canturreaba aquella copla que habla del origen de los dragones:

“Dragoncitos a volar

cuando acabas de nacer

tu colita has de mover

pio, pio, pio, pio”


Tras él brincaban ya un par de ciudadanos, animados por el alcohol y la alegre cancioncilla agitaban los codos imitando a un dragón recién nacido; como si de sus escamosas alitas se tratara. Pero a excepción de Paco y los dos espontáneos bailarines, nadie más movía ni un solo músculo dentro de la taberna. El tabernero detrás de la barra ni pestañeaba, los borrachos habituales no habían probado una gota en toda la noche, tampoco se atrevían a levantarse de sus asientos, a las casquivanas mozas que frecuentaban los alrededores no se les había visto el pelo. Todas las miradas observaban de reojo una única mesa. Mientras tanto, Paco ajeno a toda aquella sombría situación continuaba con su alegre revoloteo entre los presentes, canturreando jovial en compañía de las agudas notas que salían de su laúd.


En aquella mesa, centro de todas las disimuladas atenciones, permanecían uno frente a otro dos caballeros, versados en el arte de la picaresca. Por un lado el viejo y experimentado Baturno “Rajatripas”, líder de la cofradía de ladrones “Daga Afilada” y al otro extremo de la mesa su contrapuesto, el joven e impulsivo cabecilla de la banda rival “Las sombras” (los ladrones nunca han destacado por su original retórica) que se hacía llamar a si mismo Ojosucio, en alusión a un desagradable problema médico que no viene al caso. Ambos diplomáticos callejeros discutían temas relativos al reparto de la ciudad, en lo concerniente al aprovechamiento de las oportunidades que ésta ofrece a los que podemos llamar... hombres ambiciosos.

Éstas “asambleas” entre personajes gustosamente megalómanos no eran algo frecuente; por lo general los implicados elegían un ambiente más discreto, pero las relaciones entre ambos grupos no estaban como para tirar bolas de fuego. Los dos dirigentes habían coincidido en que un lugar público era la opción más indicada para evitar tentaciones derivadas de la ausencia de testigos (meras formalidades como los asesinatos a traición, envenenamientos, etc.). La reunión fluía sin problemas, y aunque podía sentirse cierta tirantez en el ambiente no parecía haber motivos para llegar a las dagas. De fondo los dragoncitos de la canción Paco seguían revoloteando, pero para los ocupados dialogantes no era más que un murmullo lejano.

Baturno hablaba gesticulando mientras Ojosucio afirmaba con la cabeza, los dos reclinados sobre la mugrienta madera para no tener necesidad de levantar excesivamente la voz (¿habrá algo que les guste más a los ladrones que el secretismo? Bueno... quizá robar). Las decisiones tomadas en aquella reunión iban a afectar considerablemente al futuro del distrito; ambas cofradías tenían formas muy distintas de proceder. Baturno era partidario de la venta de servicios al pequeño negocio, como el alquiler de seguridad, para evitar que otros ladrones no robaran a los protegidos (claro que todo mentira, los propios ladrones eran los encargados de la seguridad), y si alguien se negaba a la compra de éste vital servicio, Baturno se veía obligado a tomar medidas ligeramente más drásticas, como puede ser el secuestro de los primogénitos del comerciante (la técnica “orejas de cerdo”, llamado así por el típico gritar del afectado, solía ser muy efectiva), o visitas nocturnas con numerosos daños materiales. En definitiva una simple estrategia de negocio. Por otro lado, Ojosucio prefería un enfoque más directo del asunto, como ya le había explicado a su interlocutor varias veces; a su juicio las florituras y añadidos no son más que gastos intermedios innecesarios y por lo cual, a parte de una perdida de tiempo; un uso inadecuado de recursos tanto humanos como materiales; era un receso para el negocio. Ojosucio, haciendo gala de su característica practicidad, prefería extorsionar a los mercaderes amenazándoles con arrebatarles la vida o mucho peor aún arruinarles el negocio (aunque parezca increíble la mayoría de los mercaderes preferían perder la vida al negocio, al fin y al cabo un próspero empresario puede pagarse los servicios de un clérigo), se puede decir que su política de negocio era un fiel espejo de su personalidad directa, agresiva y ambiciosa.

Mientras tanto, Paco que llevaba ya en su cuerpo serrano un par de vinos más se plantó delante de la mesa ‘LIM’ (Ladrones Importantes Maquinando). Hasta aquel preciso momento, Paco no había sido más que un constante murmullo de fondo para los dos diplomáticos, un moscardón que revolotea ruidoso alrededor... el problema es cuando el moscardón se para en el ojo de alguien a quien no le gustan los insectos alados, ni los músicos ambulantes.

-¡Amigos! ¡Unas monedillas para el artista!- Dijo Paco sosteniendo al revés su bigornio para recoger las limosnas.

-Déjanos en paz, baboso- Contestó Ojosucio sin prestarle demasiada atención al bardo.

-¡Venga amigos! ¡No seáis maleducados! Una vez conocí a un perro luskanita que era más amable que vos.

-¡Que te pierdas, ositas!- Gruñó de nuevo Ojosucio, pero Fránsico sin darse por aludido agitó el sombrero haciendo sonar las monedas que ya llevaba en él, una eficiente estrategia para hacer sentir culpables a los menos generosos. A su vez Baturno extendió la palma de su roñosa mano frente al impulsivo Ojosucio cuando advirtió que éste había echado mano de su daga.

-Tranquilo camarada, no hay motivo para tomar acciones precipitadas, vera usted noble bardo,- volviendo su mirada hacia Paco -que aquí mi amigo y yo no hemos estado escuchando su interpretación debido a que estábamos totalmente inmersos en nuestros propios asuntos y charla privada, que si mi permite decir, son más importantes que cualquier cancioncilla popular, sin ánimo de ofender a su persona.- Paco, que en la tercera palabra había perdido el hilo de la conversación volvió a agitar el bigornio, esperando una donación que no llegaría nunca. Ya fue demasiado para la escasa paciencia de Ojosucio; rápido como un rayo, antes de que Baturno pudiera hacer nada por evitar la respuesta violenta, Ojosucio haciendo patente de su increíble destreza cogió a Paco por la punta de su capa, sin moverse ni levantarse del sitio enrolló al confuso bardo en ella misma, lo tumbó de lado sobre la mesa desparramando cerveza por todos lados cuando las jarras volaron por los aires. Como guinda del pastel con una afilada daga, de una fuerte estocada fijó capa y madera dejando inmóvil a Paco dentro de su propia prenda. Para asegurarse de que el desgraciado bardo había entendido la objeción, Ojosucio clavó otra daga a escasos dos dedos de la nariz de nuestro desafortunado protagonista.

Diremos en favor del particular bardo, que aunque un poco atolondrado, de tonto no tenía un pelo y su afilado ingenio le salvó la vida en numerosas ocasiones; aunque si no hubiera sido por culpa de su disperso espíritu y escasa moral no se habría visto envuelto en semejantes embrollos.

Paco recibió un directo al hígado.

-¿Quieres morir maldito bufón beodo?- Preguntó el embrutecido Ojosucio terminando con otro golpe en la castigada víscera de Paco. La cara de dolor que mostró el bardo expresaba muy bien el notable conocimiento que Ojosucio poseía sobre la anatomía humana. Paco que veía su gaznate en serio peligro, puso todo su empeño en concentrar las desordenadas ideas que le circulaban por el seso, para salir airoso de la peliaguda situación; de una manera completamente inusual y chocante para los que estaban presentes, Paco contestó con parte de un poema que en tiempos escuchó a importante bardo de la Costa de la Espada.

“¡Sentenciado estoy a muerte!

Yo me río

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna antena,

quizá; en su propio navío
Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo,

sacudí.”

Qué bonita es la magia para los amantes de las artes arcanas; es una lástima que un puñado de ladrones analfabetos no sepan reconocerla cuando la tienen delante de las narices. A decir verdad, Paco tampoco entendía esa magia como tal, magia que utilizaba en escasas ocasiones; para salir de algún aprieto (o ayudar con alguna seducción). El ignorante bardo comprendía sus inusuales poderes como una extensión de su arte hacia los planos divinos; siendo la misma diosa Sune, de portentosa belleza y ardientes pasiones, quien se había encaprichado de su voz. Presuntamente la femenina deidad le entregaba a él, que era un simple mortal, las útiles herramientas que le ayudaban a... no morir por culpa de su excéntrica conducta. Desgraciadamente la curiosa teoría filosófica terminaba cuando Paco empezaba a fantasear con hermosa Sune, en lo que podemos llamar “sueños eróticodivinos”.

El perspicaz bardo había lanzado un conjuro sin que los enfurecidos ladrones tuvieran opción a darse cuenta. Ojosucio, confuso por lo que para él eran tonterías le soltó a Paco otro mamporro en su dolorido hígado.

-¿Que paparruchas estás diciendo mendigo de cloaca?- Levantó el puño de nuevo para recordarle a Paco cual es el significado de la palabra dolor. Baturno, que había permanecido en silencio durante la explosión de violencia gratuita con la que el impulsivo Ojosucio había animado la noche, decidió interrumpir en la dramática escena para poner el punto de cordura que le caracterizaba; pero no fueron palabras tranquilizadoras las que salieron de los labios del viejo ladrón.

-¡Venga, mátalo ya! ¡Eres más cobarde que un kobold, siempre lo has sido!- Ojosucio se volvió hacia el anormalmente sobresaltado Baturno.

-¿Que dices viejo asqueroso? ¡¿Me estás llamando cobarde?!- Ojosucio encolerizado agarró la daga que había permanecido clavada frente a la cara de Paco, inmediatamente se escucharon los silbidos metálicos de numerosas dagas desenfundándose; presumiblemente de las dos docenas de encapuchados que había esparcidos por la taberna (muchos ladrones seguían creyendo que ir vestido de negro y taparse el rostro era pasar desapercibido). Sin necesidad de magia alguna, el tabernero y la mayoría de los parroquianos desaparecieron de la escena. Baturno, acalorado intentó explicarse en vano, pues no fue una explicación lo que escucharon los presentes.

-¿Osa llamarme asqueroso quien por ojo tiene una boñiga?- Fue la gota que colmó el vaso, si algo no soportaba Ojosucio eran los comentarios despectivos a cerca de su grave problema ocular; a su parecer no era un tema de mofa.

Lejos de sentirse en peligro, Paco disfrutaba del espectáculo; aquel conjuro de ventrilocuismo le había salvado el pellejo en más de una ocasión. Gracias a su vida entre taberna y taberna había aprendido a manejar a gente como Ojosucio, cuya violenta conducta no era más que un subproducto de sus miedos e inseguridades; en el fondo no era más que un niñito desamparado e indeciso (los clérigos estaban ya cansados de confesar a asesinos con traumas infantiles).

Antes de lo que dura un conjuro de parar el tiempo, Ojosucio se abalanzó sobre Baturno y los compinches de ambos entre sí, dando comienzo a lo que era una guerra abierta entre cofradías de ladrones.

Las dagas volaban, hombres apuñalados caían encima de las mesas despatarrándolas, y así numerosas irregularidades por el estilo en las que predominaba el color rojo y los gritos de dolor se sucedían, una tras otra dentro de “El Bazo de Goblin”. Paco se soltó como pudo, se dejó caer al suelo, recogió el laúd y se arrastró esquivando muertos apuñalados y ladrones en proceso de.

Mirando de nuevo a la fría noche, Paco corrió todo lo que pudo en busca de un lugar donde esconderse a salvo, y a poder ser otra copa.

Cuanto se habría ahorrado con el simple hecho de prestar un poco más de atención...




Fránsico - De su niñez y andanzas.

Fránsico - De su niñez y andanzas.

La mejor forma de contar la vida de un bardo es en prosa. Bastante tenemos ya que aguantar sus estridentes notas de laúd y las forzadas rimas que expresan todo menos naturalidad. Hoy hablaremos de la irregular trayectoria de Fránsico, ó Paco para amigos, conocidos y todo aquel que desee tomarse confianzas.


Fránsico, bueno, Paco era natal de la vetusta ciudad de Neverwinter, al norte de la Costa de la Espada. Sus padres eran dos mercaderes dedicados a la empresa de la fabricación y venta de plumas mágicas para escribir, más comúnmente conocidas como blumígrafos. Como al parecer el negocio de los blumígrafos no era lo suficientemente rentable, (avisados estaban de que los magos son muy conservadores a lo que a éstos temas se refiere) decidieron ampliar su negocio al campo de la conservación de productos alimenticios. Pusieron en marcha una sofisticada estrategia comercial, junto con cada ración de carne seca, obsequiaban un blumígrafo. Desgraciadamente la mayoría de clientes que compraban sus mercancías ni siquiera sabían leer ó escribir, siendo el destino de la mayoría de éstos aparatos para la escritura yacer en el fondo de algún cajón. Como la carnicería les fue bastante mejor decidieron concebir un hijo, y tras los esfuerzos que esto conlleva Paco llegó a Faerûn.

Daremos un pequeño salto en la vida de Paco, sabido es que en los primeros años de vida el único interés de la persona es tetar y dormir (aunque en el caso de Paco se puede decir que después de tres décadas poco ha cambiado). A la tierna edad de siete años, las artes sociales de Paco comenzaban a despuntar. No era raro verlo corretear por el mercado rodeado de un grupo de niñas. Los demás chavales, (quizá por envidia quién sabe) lo tachaban de rarito, nada más lejos de la realidad puesto que las traía a todas locas. Pero no solo de halagos vive el hombre y las laminerías no se pagan con cuatro palabritas bien dichas, por muy mono que fuera el niño. El hambre hace la necesidad, aunque en éste caso se trate de gula, y el chaval se las ingenió para hacerse con unos cuantos cobres que pagaran sus dulces deseos. Zorro como el sólo se fabricó un rudimentario instrumento de cuerda capaz de reproducir cuatro notas, afinado a oído. Observaba el tránsito del mercado, para saber cuales eran las esquinas donde pasaba más cantidad de gente. Tras encontrar el lugar idóneo, se plantaba en el a tocar musiquilla y hacer monerías a los caminantes que pasaban. En la mayoría de ocasiones era apartado a empujones por transeúntes que no querían saber nada de mendicidad, pero como dice el refrán, el neverwintero (ó neverwintense) tozudo saca cuscurro, el niño no cejó en su empeño hasta que terminó montándose una fiesta de pasteles y tartas con todas sus amiguitas.

Llegados sus doce años, Paco estaba hecho todo un galán, conquistador y geta. Ya llevaba a sus espaldas un número considerable, para su corta edad de balcones escalados, inocentes jovencitas conquistadas y precipitadas huidas con las calzas a media pierna. Además el mozuelo era conocido en las tabernas de todo Neverwinter, incluidas las de más cuestionable reputación, donde las cervezas no iban acompañadas con una mosca dentro de la jara sino con una lagarta detrás de ella.
Sus padres, que aunque no eran muy listos andaban bien de vista se dieron cuenta que su hijo caminaba por una vía adoquinada hacia los planos caóticos, como cantaban unos populares bardos de por aquel entonces que se hacían llamar AC/DV (Arcano/Divino, uno de ellos era especialmente hábil con su laúd mágico). De ésta forma decidieron que su hijo tenía que lograr algo más en la vida que hacer el paripé por las calles de la ciudad. Una mañana como otra cualquiera de las que Paco llegaba a casa después de una noche de parranda, le esperaban sus padres en la puerta con las maletas hechas y un pergamino de ‘inmovilizar persona’ (de esos que llaman ‘para uso por muñecos de entrenamiento’) y lo mandaron en un carruaje ex proceso a una universidad de magia en Aguas Profundas.

Paco estaba algo confuso, los primeros días fueron extraños, al fin o al cabo se trataba de una ciudad nueva, nuevas gentes, una enorme escuela de magia... Pero Paco, lejos de hundirse, y recordando las sabias palabras de su difunto abuelo “al mal tiempo buena jarra”, (o cara, el hombre tenía un defecto en el habla) Y con ese refrán como estandarte volvió a sus andadas de taberna en taberna y balcón en balcón, con nuevas caras, cervezas y mozas. Antes de lo que canta una cocatriz Paco estaba saltando el muro que cercaba la universidad y corría hacia una taberna con su pandereta y laúd a cuestas.
Empezaron a sucederse las noches de juerga y las ausencias a clase, luego terminó el trimestre, y el siguiente, acabó el curso, y el siguiente, y el siguiente y de ésta forma, cerveza en cerveza y curso a curso llegó el treinta cumpleaños de Paco, y seguía en el primer grado de aprendiz. Los profesores no sabían que hacer con el, pero tampoco hizo falta tomar medidas apresuradas, pues un día desapareció, lo único que dejó atrás era una nota en la que podía verse escrito “Me voy a conocer mundo, no me esperen despiertos”.
Viajó lejos, muy lejos. Salió lleno de ilusiones, lugares que visitar y gentes que ver.

Una noche ya cerca de Puerta de Baldur, después de pasar toda el día de caminata, yacía sentado en el duro banco de una posada. Pero no había cansancio que pudiera con él cuando la naturaleza llamaba bajo sus calzas. Se incorporó y estiró el cuello todo lo que pudo, porque... ¡bendita Sune! al otro lado de la posada había visto una larga y ondulada melena, dorada como el sol, al tiempo que se dio cuenta de que entre la frondosa cabellera asomaban dos orejas puntiagudas. Aunque hubiera querido no podía abrir más los ojos, nunca había visto una elfa, es más, ¡nunca había seducido a una elfa! y Paco consideraba que ya era hora de poner fin al desconocimiento de como amaban las elfas. Paco se levantó decidido, y disimuladamente recolocó su paquete, como él sabía ponerlo para aparentar más. Con paso firme comenzó su aproximación esquivando borrachos y mesas hacia la esbelta figura, que enfundada en una sugerente armadura de cuero tachonado permanecía sentada de espaldas. La boca se le iba haciendo agua conforme andaba (si solo hubiera sido la boca...), veía su delicada mano agarrando la jarra cuando la levantaba para beber “no será lo único que levantes esta noche” pensaba calenturiento mientras acortaba la distancia con lo inevitable. No eran más de dos palmos lo que les separaba, Paco punteó algunos enrevesados acordes con su laúd y con la musicalidad que otorga el alcohol y la mala vida entonó algunas palabras -¿Quieres que te ‘toque’ algo?- la elfa se volvió de sopetón.
Durante unos segundos reinó el silencio, el espacio entre ambos se tensaba tanto que parecía hacerse material. Paco había perdido la respiración, no podía hablar después de ver su rostro, sus miradas se clavaban mutuamente, afiladas como puñales.
-Eres... eres.... ¡eres un hombre!
-Un hombre que te va a dar una paliza.- Dijo amenazante el elfo.
-¡Amigo! no me malinterpretes, yo solo te he preguntado si querías escuchar algo de buena música y quizá historias de valerosos héroes.
-El único valor que hay aquí es el de tu estupidez, ¿te me estás insinuando?- Dijo el andrógino varón clavando una ornamentada daga sobre la mesa.
-¡En absoluto! Ja... ja... jaaaa.... ¿que malentendido tan gracioso verdad? ¡Hagamos una cosa!- dejó el laúd en el suelo -¡Te invito a una cerveza!- Paco corrió a la barra, desesperado por salir airoso del aprieto y de paso no ser rajado por un elfo afeminado.
Fueron una, dos, tres cervezas, Paco había escuchado que los elfos no tenían mucho aguante bebiendo, pero este se las bebía como el agua. Cuatro, cinco, seis cervezas, Paco empezaba a ver doble, siete, ocho... el elfo seguía tieso como un pirulí. Paco ya perdió la cuenta de cuantas llevaban -¡Oe amijo elpo!- dijo nuestro vividor protagonista a duras penas, -Pero tu... ¿dojde apredijte a beber ají?- El elfo, algo contento, pero aún conservando algo de serenidad soltó una sonora risotada -Me crié entre los enanos- y le echó otro trago largo a la jarra que llevaba en la mano afirmando lo dicho. -¿Enanoj? nunja he vijto ninjuno. Pero tu, amijo elpo, ¡erej el mejor elpo que he vijto jamáj!- (cabe recordar que era el primer elfo que había visto en su vida) Paco rodeó al elfo con el brazo -¡Erej mi mejor amijo! ¡Brindemoj todoj a la jalú de mi amijo elpo!- Obviamente nadie le hizo caso. Varias jarras después Paco se despertó en una de las habitaciones de la posada con un horroroso dolor de cabeza.
Discutiéndose moralmente si continuar el camino o dejarse morir de asco en aquel catre se acurrucó un poco más entre las ásperas sábanas (¡que suerte una cama con sábanas!), le pareció golpear algo duro con el pié, pero no le dio importancia. Se encontraba muy bien y calentito allí sin nada de que preocuparse, a excepción de la molesta resaca. Llevaba un rato de lado y le empezaban a doler las costillas, era momento para cambiar de postura. Al voltearse boca arriba su mano topó con algo de tacto suave y templado. ¿Una bolsa de agua caliente? Paco no recordaba haber subido una bolsa de agua caliente, a decir verdad no recordaba nada después de la enésima cerveza. “Que agradable dormir con una bolsa de agua caliente” pensó, “no se como no se me ha ocurrido antes”, se acurrucó un poco más, pero empezaba a coger frío. Entonces tuvo la magistral idea de abrazar la bolsa de agua, y al darse la vuelta para aferrarse más a ella se percató de que era anormalmente grande. Palpó entre las sábanas para encontrar algo más calentito y blando, y... ¡con pelo! De un brinco salió de la cama para descubrir en el recién abandonado lecho al elfo de la noche anterior, durmiendo a pierna suelta... ¡y desnudo!. Traumatizado por la duda de que había ocurrido esa noche se aguantó un par de arcadas. Sin pensarlo dos veces, corriendo se enfundó en sus vestimentas, todo lo silencioso que pudo para no despertar al... bueno, al elfo. Una vez asegurado de que llevaba todas sus pertenencias, incluida su daga extraplanar y la cuchara que lo comprobó dos veces, se descolgó por el quicio de la ventana y salió bien ligerito hacia Puerta de Baldur.

Y esto es lo que podemos contar de Paco hasta ahora, y de él podemos decir que aunque su alocada cabeza termina llevándole a las situaciones más insospechadas, tiene buen corazón.


Fránsico - Características del personaje

Información: Fránsico es un personaje creado para jugar en una campaña del juego de rol Dungeons & Dragons 3.5 en Reinos Olvidados. Está escrito en tono de humor, a modo de una pequeña caricatura. Espero que os guste.

Nombre: Fránsico (Paco para los amigos)

Raza: Humano del montón.

Clase: Bardo

Descripción física:

Pelo negro, ojos marrones, unos 30 añazos (y un largo pico), muy delgado, aire desaliñado, ojeras, rodalazos, barba de tres días y aliento a alcohol.

Vestimenta y apariencia general:

Luce una elegante armadura de cuero negro que le cubre escasamente el pecho, muy suave y brillante, consta de tiras del cuero más fino entrelazado entre si diagonalmente. De ésta magnífica obra de artesanía nacen las mangas del jubón, también negras, afaroladas, siendo morado el color que puede verse entre los pliegues. Sobre la coronilla (en la que empieza a escasear tímidamente el pelo) posa una gorra de dos picos o bigornio, con una estrambótica y llamativa pluma, entre las dobleces del inusual cubrecabezas guarda una cuchara. Ceñido a la cintura un calzón ancho y corto al que llaman gregüesco, a juego con el jubón, para ir bien conjuntado, unas calzas ajustadas al muslo y paqueteras que llegan hasta los pies, negras como el resto de la indumentaria. La capa, de un exquisito terciopelo azabache, va terciada al hombro derecho y atada bajo el brazo izquierdo, engalanada con escudos bordados de varias ciudades de Faerûn, y colgado de la misma capa, haciendo patente de las conquistas de éste galán, unas veinte cintas de colores con nombres de jovenzuelas escritos en ellas. Del cinturón de cuero lleva colgando una pandereta, también adornada con cintas de colores. En el otro costado dentro de una raída funda lleva una daga plegable con mango de hueso que lleva el nombre de la misma escrito junto al filo, en un idioma de extraños caracteres que ningún mago ha sabido descifrar. La daga tiene una larga historia puesto que en muchas ocasiones ha estado a punto de perderla a causa de malas apuestas ó a los astutos pícaros que intentan aprovecharse de los borrachos. Cuando se hizo con ella aún siendo un zagal, el mercader que se la vendió, aseguró que se trataba de una daga mágica, aunque hasta la fecha no parece poseer ningún encantamiento, y le juró por la tumba de su difunto padrastro que se la había vendido un mago, que según él, afirmaba haber caído de un portal que conducía a otro plano. El grabado de la hoja reza “Albacete Inox”. Un laúd de doble cuerda, el cual usa un trocito de uña de trol para tocar, es su fiel compañero.